Desde el Tratado de Límites de
1872 hasta el Acta Final del 22 de junio de 1966, “La última invasión. El
conflicto por los Saltos del Guairá” (Editorial Arandurã, 2017, 229 p.) de Juan
Marcelo Cuenca Torres, relata con precisión y agilidad la disputa territorial
desplegada por Paraguay y Brasil en el ámbito diplomático, con énfasis en la
ocupación de territorio no demarcado por parte del ejército brasileño. Desde
esta perspectiva, encontramos una nueva adición al escaso análisis histórico
del periodo comprendido entre 1954 y 1989, dejando patente del ánimo
avasallante con que Brasil trató de imponerse sobre los intereses del Paraguay
para ocupar la totalidad de los Saltos del Guairá.
No existen dudas respecto a la
capacidad de intervención e influencia del Brasil en el escenario de
sudamericano desde los respectivos procesos de formación de los
Estados-naciones hasta nuestros días. Razones de geopolítica han marcado las
relaciones de poder en que cada país hizo uso de sus recursos según sus
intereses, lo cual no pocas veces afectó al Estado vecino. Desde principios del
siglo XXI, este país ha demostrado una proyección de crecimiento económico, cimentado
en su sólida política exterior, hasta el punto de hablarse de su condición de “superpotencia
emergente”.
Diplomacia brasileña
Considerando que el conflicto por
los Saltos del Guairá fue protagonizado por el Brasil, cabe extender la mirada hasta
sus doctrinarios[1] para
fijarnos en la obra “Cinco siglos de periferia” del diplomático brasileño
Samuel Pinheiro Guimarães, texto referencial y actual en materia de relaciones
internacionales de su país. Al momento de ocuparse de los desafíos de la
política internacional del Brasil, este autor nos dice que (...) su política exterior logró resultados
extraordinarios. Se definieron pacíficamente las fronteras, realización notable
cuando se la compara con la situación de otros países, como la India. Se
preservó la integridad territorial, hecho sumamente importante, cuando podría
haber ocurrido lo que ocurrió con México. Defendió exitosamente nuestra
diplomacia, el principio de igualdad soberana de los Estados y contribuyó a la
lucha por un orden económico internacional más favorable a los países en
desarrollo y a las ex colonias[2].
Examinemos las supuestas ansias pacifistas del Brasil para fijar su
frontera con el Paraguay. El artículo IX del Tratado Secreto de la Triple
Alianza, “siempre en plena fuerza y vigor” según su artículo XVII, declara
garantizar la integridad territorial de la República del Paraguay. Esta
disposición fue violada por Argentina y Brasil, a partir de la firma de los
respectivos tratados que establecieron nuevos límites después de la Guerra. En
el caso del Tratado Loizaga - Cotegipe, firmado el 9 de enero de 1872 bajo
ocupación militar brasileña en Asunción, el Paraguay perdió a favor del Brasil aproximadamente
62.325 km² de territorio[3].
Décadas después, mientras el
Paraguay se encontraba en guerra contra Bolivia, el Brasil insiste en continuar
los trabajos de demarcación fronteriza que se hallaban pendientes desde 1872. En
su libro, Cuenca Torres recoge lo señalado por Efraím Cardozo al momento de
realizarse los trabajos de demarcación por parte de la Comisión Mixta
Paraguayo-Brasileña[4],
cuando en julio de 1934 los representantes brasileños insisten en colocar un
nuevo hito en la margen derecha del río Paraná, frente a la 5ta. caída, con lo
cual el Paraguay perdería los saltos ubicados por encima, en contrariedad a lo
estipulado en el Tratado de 1872. Para ello los brasileños se valieron de una
copia fotográfica de un mapa de la zona del Mbaracayú, supuestamente levantada
por los demarcadores en 1874, incluyendo la firma del representante paraguayo
Cap. Domingo Antonio Ortiz. El autor relata que ante esta situación se ordenó la búsqueda del duplicado
paraguayo de dicho mapa (…) y al compararlo con el mapa brasileño, se denotaron
graves adulteraciones en éste, tras esto, los brasileños dejaron de insistir
con el mismo; Brasil estaba buscando de todas las formas y métodos posibles
tentar el error y torcer lo suscrito en 1874[5].
Posteriormente, el Brasil
tradujo su interés en la explotación energética del Río Paraná al iniciar
estudios técnicos unilaterales desde el año 1953. En el caso de las intenciones
brasileñas de utilización de los Saltos, la República del Paraguay tomó
conocimiento de que el Ministerio de Minas y Energía se hallaba abocado a un
estudio preliminar mediante una publicación en el periódico Jornal do Brasil
del 13 de febrero de 1963, lo cual motivó la reacción del embajador paraguayo
en el Brasil, Raúl Peña, por expresas instrucciones del Canciller Nacional Raúl
Sapena Pastor, iniciándose de esta
manera el largo litigio diplomático entre los dos países. El Brasil no fue
capaz de comunicar formalmente a su país vecino sus pretensiones sobre el río
compartido en que se establece su frontera natural.
De esta manera, se constata
fácticamente que en el caso de las relaciones con el Paraguay, los diferentes
gobiernos del Brasil no demarcaron pacífica su frontera, ni se acogieron al principio
de igualdad soberana de los Estados, ni contribuyeron a un orden económico favorable
cuando buscó la explotación unilateral de los Saltos del Guairá. Aunque el falaz
enunciado de Pinheiro Guimarães carece de objetividad y fundamentos (con más
razón considerando la comparación con India y México), su libro del año 2005
debe ser observado con detenimiento, considerando que su autor ejerció el cargo
de Secretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores hasta el 2009,
siendo luego Ministro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la
Presidencia de la República Federativa del Brasil.
En
plena Guerra Fría: dos potencias, mismo criterio.
En
“La última invasión” encontramos que la causa paraguaya contó con la simpatía
de la Unión Soviética en plena Guerra Fría, al referenciar el discurso de fin
del año 1963 en que Nikita Kruschev expone un mensaje anti bélico rememorando
la Guerra del Paraguay y su población dramáticamente disminuida. Según lo
relata Cuenca, estas palabras tuvieron eco en Itamaraty cuyos portavoces
alegaron que el premier soviético tuvo la
mala inspiración de exhumar el episodio de la Guerra del Paraguay, en el
momento justo que estamos haciendo tentativas con ese país para la construcción
de la usina de Sete Quedas, con lo que se excita el sentimiento nacionalista
paraguayo, y coloca el problema en un ángulo francamente incómodo para la
posición histórica brasilera[6].
Siguiendo el relato cronológico, encontramos
en 1965 el año más convulsionado del conflicto, considerando la ocupación de
territorio litigioso por parte de tropas brasileñas y el apresamiento de una comitiva
paraguaya en octubre de ese año. El casus
belli estaba instalado y el Paraguay debía agudizar su práctica diplomática
de manera a seguir bregando por su soberanía e integridad territorial sin
propiciar el enfrentamiento armado.
En esa secuencia de hechos, Cuenca
Torres nos ilustra sobre la breve pero significativa visita a Asunción de Dean
Rusk, entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos de América, en fecha
24 de noviembre de 1965, cuyas palabras discursivas fueron recogidas por la
prensa escrita según se lee: Paraguay y
Estados Unidos están trabajando juntos para labrar la felicidad de los pueblos,
y que ambas naciones estaban en absoluta identidad en cuanto a los problemas
internacionales[7].
De esta manera, se comprueba que
más allá de las diferencias en las líneas de pensamiento político y en pleno auge del militarismo, la
comunidad internacional coincidía con la causa paraguaya.
Más de cincuenta años después
del conflicto por los Saltos del Guairá, hoy cabe celebrar la actuación de la
diplomacia paraguaya que con su metódica actuación, revirtió un intento de despojo territorial conduciéndolo
a un emprendimiento binacional altamente técnico en beneficio de los dos
países.
Hermes Ramos Dávalos
[1] Algunos ideólogos de política internacional cuyas obras merecen
atención son Golbery do Couto e Silva, Helio Jaguaribe, entre otros.
[2] PINHEIRO Guimarães, Samuel. Cinco
siglos de periferia. Una contribución al estudio de la política internacional.
Prometeo Libros. 2005. Buenos Aires. Pág. 167.
[3] BOGADO Rolón, Oscar. Sobre
cenizas. Construcción de la Segunda República del Paraguay – 1869/1870. Intercontinental
Editora. Asunción. 2011. Pág. 76.
[4] Según el Protocolo de Instrucciones para la Demarcación y
Caracterización de la Frontera con Brasil del 9 de mayo de 1930, el objeto de
la Comisión consistía únicamente en reemplazar
los hitos de la misma frontera que hayan desaparecido y de colocar hitos
intermedios que fuesen juzgados convenientes. Ver DEBERNARDI, Enzo. Apuntes para la historia política de Itaipú.
Ed. del autor. Asunción. 2010. Pág. 43. También CARDOZO, Efraím. Los Derechos del Paraguay sobre los Saltos
del Guairá. Asunción. 1965. Pág. 147.
[5] CUENCA Torres, Juan Marcelo.
La última invasión. El conflicto por los Saltos del Guairá. Editorial
Arandurã. Asunción. 2017. Pág. 36.
[6] Op. cit. Pág. 80.
[7] Op. cit. Pág. 139.
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