viernes, 28 de diciembre de 2018

Sobre la marcha, por la vida




En diciembre de 1988 agrupaciones políticas, sociales, gremiales y estudiantiles actuaron en consecuencia a la realidad nacional y decidieron que para celebrar el 40° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, debían realizar la “Marcha por la vida”. La propaganda de este evento organizado por la Convergencia Nacional por los Derechos Humanos decía: "El 10 de diciembre, marchemos por la vida... Participá, sin vos no cambia nada".

Sin embargo, tal movilización implicaba una reacción del gobierno y de sus adláteres. Habiéndose notificado a la autoridad competente la intención de realizar el evento, la institución contestó: Ante la presentación al Ministerio del Interior de una nota en la que se informa sobre la intención de realizar una marcha pública, al término de la misa, el día sábado 10 de los corrientes a las 11.45 horas, desde la Catedral Metropolitana, hasta un local ubicado en Estrella esquina Chile de esta capital (1)  y hallándose este Ministerio en conocimiento de que elementos agitadores y personas de conocida militancia y participación en movimientos y actos subversivos, que con frecuencia pretenden alterar el orden público y quebrantar el ambiente de paz que vive la República, intentarán en esa ocasión provocar disturbios y generar actos de violencia, el Ministerio del Interior comunica que se ha impartido las instrucciones pertinentes para impedir la realización de la referida marcha pública, conforme a disposiciones de la Constitución Nacional y las leyes referentes a la preservación del orden público, la seguridad de las personas y sus bienes y la prevención de delitos (2). El ministro Sabino A. Montanaro agregó luego que se ha presentado un petitorio de una tal Convergencia Nacional por los Derechos Humanos que no sabemos quiénes son ni a quiénes representan, son nombres de políticos conocidos, fanáticos enemigos del Partido Colorado y del gobierno del presidente Stroessner (3). La marcha no se va a realizar, no se va a permitir. Le podemos asegurar eso. Tenemos los medios persuasivos para atajar (4).

Ante esto, la Convergencia emitió un comunicado diciendo que el gobierno fue ciego y sordo para entender el claro sentido de la nota. Las instrucciones del Ministerio del Interior para impedir la marcha constituyen de hecho un acto de violencia contra la libertad de expresión garantizada por la Constitución Nacional. La comunicación del Ministerio del Interior de que se han impartido las instrucciones pertinentes para impedir la realización de la Marcha por la vida se fundamenta en argumentos falsos. De efectivizarse ‘las instrucciones’ dadas por el Ministerio del Interior, hacemos responsable al Gobierno por la violencia y los daños que en consecuencia sufran los pacíficos ciudadanos que marcharán ese día. Nos reafirmamos en la decisión de llevar adelante todos los actos programados para el día 10 de diciembre de 1988, en ejercicio de un legítimo derecho constitucional y en cumplimiento del insoslayable deber moral de defender la dignidad humana (5). Miguel A. Saguier, uno de los organizadores de la marcha, explicó que sencillamente nos dijeron que no conocían a la persona que suscribía la nota y que por ese motivo parecería que no le van a dar curso a esa presentación. Aparentemente solo pueden ejercer el derecho constitucional de peticionar a las autoridades personas que son conocidas por el señor ministro. Pero de cualquier forma, nosotros cumplimos con nuestro propósito de dejar en claro que esta marcha es una marcha legal, pacífica, con fines lícitos. A pesar de la falta de autorización, la Convergencia decidió continuar con el plan de la marcha.

Se asumieron las posiciones y la confrontación pasaría de la retórica a lo físico. Con el objeto de preservar el orden y defender la paz en la República, las fuerzas policiales procedieron a la detención de referentes de la oposición. En fecha 6 de diciembre la Policía impide el acceso al Centro Cultural Juan de Salazar donde iba a proyectarse un video sobre manifestaciones populares del ’86 y ’87 (6), auspiciada por la Coordinadora de Entidades de Derechos Humanos del Paraguay. Fueron detenidos Ligia Prieto de Centurión, Darío Portillo, Domingo Laíno, Juan Manuel Benítez Florentín, Elsa Mereles y Luis Guanes. La medida también alcanzó a Armando y María Ligia Centurión Prieto, hijos de Ligia Prieto en el Cuartel Central de la Policía, a donde fueron a interesarse por los detenidos. Al día siguiente, en Caacupé se detuvo a Oscar Acosta, secretario general del Sindicato de Periodistas del Paraguay y corresponsal de Radio Cáritas.

El entonces ministro de Justicia y Trabajo, J. Eugenio Jacquet, al ser requerido por las detenciones contestó: Estas personas están detenidas por alteración al orden público, en preparación de un acto provocativo que no tiene razón alguna y con un planteamiento equivocado en cuanto a sus actividades. Sobre los periodistas Oscar Acosta y Edilberto Vargas: también son cabecillas, están involucrados en esto. Los hemos recogido a todos de tal suerte que el cuerpo sin la cabeza entonces no funcione. Yo creo que serán liberados mañana o pasado mañana, pero hay que atender bien que el cuerpo sin la cabeza no anda. (7). Se llegó al día 10 con un total de 35 detenidos (8) , cuyos varones se encontraban en la Guardia de Seguridad, mientras que las mujeres fueron destinadas a la Comisaría 12° de Trinidad.

            La marcha

El sábado 10 la Policía acordonó la zona de la Catedral metropolitana impidiendo el acceso. Aun así, la misa se realizó con presencia de pocos sacerdotes y religiosas. Ante esto y de manera a evitar la contención policial, la movilización consistió en concentraciones simultáneas en diferentes puntos del centro de la ciudad, compuesta por ciudadanos citados a cierta hora, quienes se agruparon repentinamente. Sin embargo la represión no se pudo evitar y se registró violencia entre la Policía y los manifestantes en Independencia Nacional y Pte. Franco, Tacuary y Herrera, Yegros y Fulgencio R. Moreno, Nuestra Señora de la Asunción y Gral. Díaz, Manuel Domínguez y Yegros y en las plazas “Independencia” y de “Los Héroes”. Los medios de la época señalan que las manifestaciones fueron secundadas espontáneamente por la ciudadanía. Al final de la jornada se registraron más de 30 detenidos, de los cuales los últimos tres fueron liberados el 23 de diciembre.
            
Distintos testimonios eran publicados por la prensa en los días siguientes. Montanaro: habíamos comprobado que se trataba de grupos totalmente desconocidos, grupos de gente que no milita o está en oposiciones irregulares; y porque estábamos seguros que se iba alterar el orden público, en defensa de la paz y la tranquilidad de la República, se evitó la realización de esa marcha, con lo cual el gobierno ganó, el pueblo paraguayo ganó y la sociedad paraguaya no corre el riesgo de peligro con motivo de la tentativa de la marcha (9). Por su parte, Euclides Acevedo: ha sido un gran éxito, no solamente como un flash propagandístico, sino porque sobre todo los dirigentes pudieron comprobar el nivel de conciencia democrática que tiene la sociedad paraguaya. Se han constatado el espíritu de lucha y la gran solidaridad. En este caso se puede indicar que el éxito existió por medio de ese propio pueblo, de ese ciudadano a quien nos debemos y a quien debemos lo que somos. Sin ninguna duda el arco de solidaridad que se ha creado ha sido consecuencia de la competencia profesional e idoneidad de los medios de comunicación, lo cual refleja que sin un periodismo que refleje la realidad, va a ser muy difícil administrar el proceso histórico (10). Intentada o consumada aquella marcha, treinta años después, hoy la podemos señalar como una elocuente muestra de unidad social en oposición al régimen cuyo final estaba cada vez más cerca.

Hermes Ramos
1 Sede de las Naciones Unidas.
2 Diario Noticias del 6/12/88. Pág. 14.
3 Ídem.
4 Diario Noticias del 7/12/88 Pág. 9.
5 Diario Noticias del 6/12/88. Pág. 14.
6 Se trataba del filme “Proceso de cambio” producido por el Comité de Iglesias.
7 Diario Noticias del 10/12/88 Pág. 10.
8 Fueron presentados varios recursos de hábeas corpus en favor de los detenidos, entre quienes se encontraban políticos del PLRA, PRF y MOPOCO, además de dirigentes gremiales y sociales.
9 HOY del 14/12/88 Pág. 9.
10 Diario Noticias del 12/12/88 Pág. 9

domingo, 19 de agosto de 2018

La recurrente historia del Paraguay






La reciente publicación del libro “De la pluma al micrófono”, demuestra cómo un deseo espontáneo puede transformarse en un proyecto concreto de difusión de la historia del Paraguay. En este afán de promoción nacional, encontramos doce textos hasta ahora inéditos compilados por Juan Marcelo Cuenca, creador del programa radial y televisivo “Paraguay Eterno”, quien decidió festejar cinco años de labor periodística con este libro. Pero, por la simple concurrencia de los hechos, ¿no debería titularse “Del micrófono a la pluma”?. La pregunta es válida y a modo de respuesta, pienso en retroalimentación, en la ida y vuelta de datos históricos, en radio, televisión, libros y redes sociales. El papel es un soporte efectivo.

Se alega necesidad de conocimiento y curiosidad edificante como motivaciones para la creación de espacios de discusión sobre la historia de nuestro país. Por alguna razón, los espacios oficiales no son suficientes. En este sentido, recordando la reforma educativa de mediados de la década del 70, Ricardo Pavetti como prologuista del libro, expresa:

Todo ese cuadro de situación educativa acerca del pasado fue suprimido y reemplazado por un engendro llamado Estudios Sociales. De esta manera comenzó a privarse a los jóvenes paraguayos y a los que habitan en él, venidos de otras partes, del concepto de Tiempo[1].

Es en esta dimensión conceptual donde fijamos la observación, para buscar e indagar hasta encontrar los elementos que nos ayuden a reformular los antecedentes del presente, para comprender a nuestros antecesores y aproximarnos a la realidad. “El tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando”, nos dice Henry Thoreau.

Este escenario, que podríamos llamar de conciencia nacional, sirve de sustento para señalar hechos y procesos ya abordados en la historiografía paraguaya, así como revisar acontecimientos desde nuevas perspectivas. Visto con el ánimo de la valoración, resalta el ejercicio de reexamen de personajes históricos harto conocidos como el Conde D’eu y Francisco Solano López, incluyendo otros menos recurridos como Rómulo Yegros o Pedro Pereira, que mediante la investigación de distintas fuentes hoy escapan del anonimato.

Los textos que componen el libro señalan una cuestión determinante: el drama de la guerra. Pero esta expresión no es tomada desde una posición de víctima, sino desde la experiencia humana ante la adversidad, la capacidad de inventiva y reconstrucción, el pasado que espera ser escrutado un su diversidad de acciones y resultados. Es consecuencia directa de que el Paraguay, en un periodo de sesenta y dos años haya combatido en dos guerras internacionales contra cuatro Estados diferentes. No existe historia del Paraguay sin batallas, y en este libro, se recurre a una experiencia colectiva de autores, orientada por el sano deber de ordenar la memoria nacional.

Los textos que componen el libro son los siguientes:

·   Los antecedentes de la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza 1864-1870, de César Cristaldo.
·   El Conde D’eu en Paraguay: entre la historia y el mito, de Mário Maestri.
·   La figura del Mcal. Francisco Solano López dentro del nacionalismo paraguayo, de Pedro Caballero.
·   Los trabajadores del río Paraguay, economía, internacionalismo y política, de Jorge Coronel Prosman.
·   Posguerra y resistencia: documentos sobre la resistencia al enfoque histórico escolar impuesto luego de la Guerra del 70, de Viviana Paglialunga.
·   Los combates aéreos en el Chaco, de Antonio Luiz Sapienza Frachia.
·   El derecho en la vida del Supremo Dictador del Paraguay, de Juan Marcos González García.
·   Los personajes de la Guerra de la Triple Alianza. Esbozos Bibliográficos. Sgto. Mayor Rómulo Yegros Speratti, de Eder Acosta Santacruz.
· Análisis de la Batalla de Corrientes y de sus consecuencias en la Ofensiva Paraguaya, de Renato Angulo.
·   Los ingleses y la guerra del Paraguay contra la Triple Alianza, de Milner Romero Nardelli.
·   Pormenores de la misión del Tte. Pedro Pereira, de Claudio Velázquez.
·   Embarcaciones de la Primera Armada Paraguaya en la Ilustración Artística, de Carlos von Horoch.
·   La historia de un programa sobre historia, de Juan Marcelo Cuenca.



Hermes Ramos


[1] CUENCA, Juan Marcelo (comp.). De la pluma al Micrófono. Arandurã. Asunción. 2018. Pág. 11.

sábado, 4 de agosto de 2018

Apuntes para la historia del Nuevo Cancionero Paraguayo








La contracultura inspira. La voz visceral de Woody Guthrie inspiró a Bob Dylan, quien inspiró a los Beatles y éstos al mundo entero. Latinoamérica no se abstuvo de reaccionar ante las influencias y tomando su folclore como arcilla, creó su Nuevo Cancionero.

A partir de la agitación política y cultural en la década de los sesenta, América Latina tiende a ser pensada como unidad alternativa en un mundo regido por polaridades. Asumiendo que la cultura es el conjunto de prácticas y manifestaciones que establecen relaciones en la sociedad, encontramos a las expresiones artísticas como instrumentos para reflexionar sobre la historia y el presente de Latinoamérica, con especial acento en el aspecto social. En este contexto surge la Nueva Canción Latinoamericana en que se enmarca el Nuevo Cancionero Paraguayo.

Las canciones y poesías que dan sustancia al Nuevo Cancionero Paraguayo pueden ser observadas desde la perspectiva de la temporalidad en dos acepciones. En primer lugar, reconociéndolas como frutos espontáneos de un proceso, de un fenómeno consecuente a las inquietudes del momento, dentro de la secuencia histórica de un país en que el autoritarismo pareciera ser la regla más que la excepción. En ese entonces, los países sudamericanos se hallaban emparejados bajo la Doctrina de Seguridad Nacional, con lo cual se imponía un sistema de control absoluto sobre cualquier manifestación contraria a los intereses de sus gobiernos.

En ese ambiente, como consecuencia surge el segundo aspecto, el tiempo como tema. Es el contenido consagrado en las composiciones del Nuevo Cancionero como un ejercicio de mirada al pasado, reflexionando en tiempo presente y con capacidad de prefigurar un futuro. En su libro, Oscar Bogado nos cuenta que las canciones adoptaron un contenido y un compromiso con su tiempo y su sociedad, y son conocidas por esa circunstancia simplemente como canciones de protesta, aunque el contenido de las mismas no se limitó a eso y mucho menos se declinó de contar con calidad poética y artística en general[1]. La reacción del gobierno de entonces se materializó en la proscripción, la cárcel y el exilio, todo lo cual no fue suficiente para abortar el surgimiento de obras que gozan de lirismo, estética y contenido popular auténtico. En este sentido cabe citar obras como “Despertar” de Maneco Galeano, “Color del Alba” con letra de Elvio Romero[2], “Una antigua sangre” con letra de Juan Manuel Marcos, “Canto de Esperanza” y “Canción de mi tiempo” de Carlos Noguera, entre varias otras.

De esta manera, la década del 70 se inicia con reuniones, conciertos y presentaciones televisadas donde los protagonistas cancioneros tienen oportunidad de dar a conocer sus creaciones. Luego, el fenómeno se torna aún más concreto con la edición del primer disco de Vocal Dos en 1973, logrando mayor difusión y dinamismo en la segunda mitad de la década y en cuyo desarrollo se configura una dualidad antagónica que puede ser observada en diversas claves: renovación/conservación, creación/censura, propuesta/protesta, oprimido/opresor, según el impulso de la tensión entre dos sectores sociales. Señalo aquí un objeto de estudio que debe ser atendido por la sociología, en que la interacción surge como fuente de explicaciones de los hechos de la realidad[3].

El recurso del investigador

La investigación realizada por el autor se basa en varias fuentes primarias: periódicos de la época, entrevistas, grabaciones, programas de festivales, además de la discografía y bibliografía pertinentes. Entre estos recursos merece especial atención los documentos pertenecientes a la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos[4], hoy albergados en el Centro de Documentación y Archivo para la Defensa de los Derechos Humanos, más conocido como el “Archivo del Terror”. Estos escritos de carácter oficial indican que todas las actividades realizadas por los integrantes del movimiento cancionero eran controladas, siendo éstos calificados de marxistas y subversivos. Entonces, esta fuente es apreciada en dos dimensiones, primero como soporte de datos sobre hechos concretos y segundo como indicador de la existencia de una policía con funciones políticas.

El control policial sobre las actividades musicales se remonta al origen del movimiento cancionero, según lo expone Bogado al trascribir un acta de declaración indagatoria, realizada por Carlos Noguera el 20 de marzo de 1972 en el Departamento de Investigaciones de la Policía Nacional. En esta ocasión el declarante fue compelido a dejar constancia de la intención de organización y los objetivos de los artistas emergentes, por entonces denominados “Joven Alianza”. Esa detención fue la reacción del aparato estatal ante el éxito de los festivales musicales realizados en el Centro Cultural Paraguayo Americano.

Además, el trabajo incluye extractos de notas del año 1984 en que el Jefe del Departamento de Investigaciones informaba a la Jefatura de la Policía, sobre los espacios de difusión que concedían los medios de comunicación a los conjuntos musicales conocidos como del “nuevo cancionero popular”, cuyo repertorio incluía “canciones de José Asunción Flores y Maneco Galeano (vinculados al comunismo y a la subversión)”. Consecuentemente, en este periodo debemos recordar la prohibición del Festival del Lago Ypacaraí, entre los años 1986 y 1988 por orden del Ministerio del Interior.

De esta manera, el libro ilustra el efecto del Nuevo Cancionero Paraguayo sobre el oficialismo de la época, destacando la visión de los artistas que mediante sus obras reafirmaban los ideales libertarios y la resistencia a la opresión. Hasta podría decirse que el autoritarismo fue la principal motivación del movimiento.

Reflexionando sobre los nuevos desafíos del grupo de autores e intérpretes del movimiento, Bogado se ubica en el periodo de apertura democrática iniciado en 1989, expresando que Paradójicamente, los oscuros días de la dictadura fueron más fértiles y permitieron una mayor cohesión en el movimiento que, paulatinamente, fue diluyéndose en emprendimientos individuales y aislados.[5] Sin embargo no parece ser paradoja, si atendemos a Joan Baez cuando nos dice que la acción es el antídoto a la desesperación.

La incursión investigativa de Óscar nos recuerda que la historia contemporánea del Paraguay sigue siendo explorada. Ante ciertos espacios vacíos, la historiografía sigue creciendo y en este caso deja testimonios del valor y la humanidad de quienes no se retrajeron ante la adversidad, sino que supieron interpretar su tiempo e inspiraron con su arte el quiebre de la pasividad.
Hermes Ramos








[1] BOGADO Rolón, Óscar. Nuevo Cancionero Paraguayo. Intercontinental Editora/Uninorte. Asunción. 2018. Pág. 25.
[2] Con música de Carlos Noguera, canción ganadora del Premio Nacional de Música 2007, en la categoría de música popular.
[3] Mauricio Schvartzman, al referirse a la complejidad como parte del marco epistemológico del estudio de los sistemas sociales recurre a la noción del “desorden organizador” aplicado en experimentos termodinámicos, lo cual “plantea una nueva visión del comportamiento universal, de gran efecto en la comprensión de los cada vez más complejos sistemas sociales”. SCHVARTZMAN, Mauricio. Contribuciones al estudio de la sociedad paraguaya. CIDSEP. Asunción. 1989. Pág. 7.
[4] Popularmente conocido como “la técnica”, dependencia del Ministerio del Interior creada en 1956 mediante la colaboración de los EE.UU. con el objeto de combatir el comunismo además de cualquier amenaza al gobierno. Funcionó hasta 1992.
[5] BOGADO, Óscar. OP. Cit. Pág. 92.

domingo, 3 de junio de 2018


Letras reaccionarias: Barrett y Roa ante el poder.


                                                                                 Dibujo de Ange Potier en fronterad
            

Contexto

La expresión literaria como acción y reacción interpretativa de la realidad, es funcional a la construcción de la identidad de un pueblo, mediante diferentes escalas narrativas. El poder político como contenido temático, se inscribe a modo de elemento cultural, cuando el ejercicio de una literatura relegada y tardía encuentra su dinámica a inicios del siglo XX en Paraguay.

Las crónicas de exploradores y los escritos de los jesuitas constituyen parte de la escasa expresión literaria de la época colonial. Luego de la emancipación política de la provincia, durante el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia, en el proceso de formación del Estado-nación, encontramos un paréntesis de absoluta improductividad literaria. Ya durante el gobierno de Carlos A. López, se inicia el periodismo escrito con el semanario “El Paraguayo Independiente” editado desde el año 1845 hasta 1853. Además fue editado el “Semanario de Conocimiento y Avisos Útiles” de 1853 a 1868, el “Eco del Paraguay” de 1855 a 1857 y la revista “La Aurora”, de 1860 a 1861. De ésta última, el padre Ildefonso Bermejo expresaba a modo de editorial del primer número, que:

(...) el Gobierno del Paraguay abre un nuevo camino a la civilización, presentando un pacífico palenque donde aparezcan los hombres con sus ideas, donde puedan consignarse literariamente los resultados de sus desvelos (...). Esta es la noble misión encomendada a los redactores de La Aurora. Inspirados por un sentimiento de moralidad, escribirán para formar el espíritu y el corazón del pueblo, porque alimentan la persuasión de que el pueblo escucha con placer a los que le aman. El periodismo político no debe ser alimento exclusivo de la inteligencia humana. Elevada es la misión de los paraguayos dedicados a este gran pensamiento (BERMEJO: 1860, 2).

De esta manera, en estas publicaciones logradas con la colaboración de los alumnos de Filosofía además de personajes extranjeros, encontramos patentado el discurso oficial de la época, enmarcadas en una causa nacional mediante la propia imprenta y tutela del gobierno. Luego, durante la Guerra contra la Triple Alianza, se recurrió al periodismo de trinchera con la publicación de “El Centinela”, “Cabichu’í”, “Cacique Lambaré” y “La Estrella”, dotados de lenguaje popular y directo, alternando entre el castellano y el guaraní, e incluyendo imágenes expresivas que reflejaban el ingenio y el humor paraguayo. Estas publicaciones tenían como objetivo mantener un flujo de comunicación efectiva a pesar del conflicto bélico, con el aliciente de cohesión social y moralización de la población.

Posteriormente, a partir de la década de 1870 encontramos a actores políticos que por fuerza de las circunstancias publicaron literatura de contenido histórico y político, cuando la Guerra Grande y sus protagonistas eran el tema recurrente a ser expuesto. Nos encontramos en el umbral del siglo XX, ocupado por la generación del novecientos[1] que alcanza una capacidad comunicativa y de difusión de ideas sin precedentes por parte de sus integrantes[2], siendo la Universidad Nacional de Asunción, el Colegio Nacional de la Capital y el Instituto Paraguayo las tres instituciones aglutinantes de los nuevos valores.

Respecto a la temática abordada por la generación del novecientos, la historia se sitúa con preponderancia, según se lee a continuación:

El pasado obsesionaba en el Paraguay del 900. De ahí que la literatura fuera ante todo una historiografía de clamoroso afán reivindicador, agresivamente nacionalista, para lanzar un mentís al vencedor, y una poesía y una narrativa de tema heroico, por un lado, o de idealización idílica y sentimental por otro.  (…) un relato cargado de exaltación romántica que ofreciera una imagen consoladora por el esplendor de su grandeza moral, iba a interesar más que el actual “dolor paraguayo”. (RODRÍGUEZ-ALCALÁ: 1990, 82).

Las acuciantes consecuencias de la Guerra contra la Triple Alianza, imponían un ambiente en que la necesidad de regeneración y reivindicación alertaban las tareas pendientes: un compromiso ineludible con el país. El sentido del trabajo y la educación, eran los parámetros en que la colectividad reunía sus recursos para la producción en general.

En este contexto, considerando la conciencia común del Paraguay de entonces, cuyas fuerzas morales aún se rebuscaban para vigorizarse, la literatura era un canal propicio para la mirada altiva sobre el pasado mediante la exaltación de valores. El cuestionamiento sobre los temas tratados en esa época, lo plantea Hugo Rodríguez-Alcalá en los siguientes términos:

¿Podría entusiasmar en el Paraguay de a comienzos del siglo, una literatura de crítica social, de denuncia de injusticias y miserias de la hora presente? Si esta literatura no podía entusiasmar ni influir en aquel tiempo, ¿era ello debido a una actitud conservadurista de lo político-social - como se ha afirmado – o a una necesidad de embellecer la imagen de lo paraguayo? No demos una respuesta tajante porque rara vez las cosas humanas son sencillas y transparentes. Digamos, sí, que en aquella época - y después - fue una vital necesidad exaltar lo nacional merced a una glorificación del pasado (Ibíd., 86).

La temática en discusión se ilustra luego de la edición de la novela “Ignacia” (1905) del autor José Rodríguez Alcalá, cuando Rafael Barrett contesta a la corriente historicista su objeción al oficio literario según se lee:

Lucio Orfilio se lamenta de que Alcalá lo vea todo tan negro; saca en consecuencia que el joven escritor debe haber sufrido mucho (…) “Resulta injusto echar en cara a Rodríguez Alcalá que le interesen los dolores actuales. Resulta excesivo declarar la realidad asunto de importancia. ¿Se teme ver la poesía convertida en procedimiento fotográfico? No. La realidad y la belleza son íntimamente enemigas… El artista, esclavo a veces de la realidad en la lucha por la conquista del pan, es siempre soberano de ella por el pensamiento… Lejos de copiar, rompe con altivo desdén el tosco modelo, y su cincel orgulloso, empujado por la idea, hiere infatigablemente el bloque bárbaro. Zola, el gran romántico, no es grande por haber calcado la verdad, sino por haberla desfigurado, haciendo de ella lo que jamás es: un poema… (Ibíd, 87-88).

Es así como la vocación libertaria de Barrett infunde una interpretación alternativa en la literatura de entonces, sirviendo de contrapeso a lo épico nacional[3]. Al plantear el temor a una expresión libre convertida en una imagen de la actualidad de entonces, el español hace referencia a una élite conservadora y el recelo a la posibilidad de ver la actividad literaria como registro de la realidad, valorando además su funcionalidad. Es más ilustrativo aún, al citar a Emile Zola, quien fuera un escritor de sentido crítico y activo en su sociedad, siendo actualmente un paradigma de la función del intelectual comprometido[4].

De esta manera, vemos configurado el contexto literario de la generación del 900, con la discordante presencia de Barrett, cuya proyección en los años siguientes podemos entreverla en los términos de Josefina Plá, que dice:

Si Rafael Barrett (1875-1910) en 1910 había lanzado, en un medio extasiado en la autocontemplación conservadurista —tal una pedrada contra un vidrio— su Dolor paraguayo, esta invitación a un examen desprejuiciado de la realidad circundante sólo había sido recogida, para rematarla en quiebro sentimental, en Aurora (1920), de Juan Stefanich (1888). (PLÁ: 1969, 641).

La producción literaria del Paraguay de esos años ha sido enmarcada entre el romanticismo tardío y un modernismo en desarrollo[5], en cuyo transcurso debemos considerar las obras de Julio Correa, Gabriel Casaccia, José María Rivarola Matto, entre otros. Es entonces cuando un nuevo evento obliga a concentrar los recursos en la defensa territorial del país: los prolegómenos de la Guerra del Chaco (1932-1935), el propio conflicto y sus consecuencias posteriores embargaron la producción literaria en el país, aun considerando la presencia de autores populares como Emiliano R. Fernández, Darío Gómez Serrato, Basiliano Caballero Irala y otros que se destacaron en canciones y versos. En materia de narrativa cabe citar a Arnaldo Valdovinos y José Villarejo quienes tomaron inspiración en la confrontación chaqueña.

El siguiente hecho determinante en la consecución de la vida política y cultural del Paraguay fue la Revolución de 1947, que en sus seis meses de duración dejó huellas profundas al momento de dividir a la sociedad de aquel tiempo. Es entonces cuando encontramos al joven escritor Roa Bastos expulsado por la violencia de la guerra civil rumbo a Buenos Aires. Pero Roa no se aísla en la distancia de su tierra, sino va acompañado del bagaje de sus vivencias e impresiones propias del país que continúa observando, y en 1953 edita su primer compendio de cuentos “El trueno entre las hojas”, iniciando la forma narrativa de su imaginario desde su perspectiva intelectual. Esta transición es ilustrada por Josefina Plá al explicar que:

Roa Bastos fue, al principio de su carrera literaria, un poeta de projimidad; su abandono de la poesía por la narrativa fue el resultado de algo así como una crisis de conciencia: luego del conflicto de Concepción, el escritor consideró que la narrativa abría mayores posibilidades a su fervor humanístico y denunciatorio. (Ibíd., 647).

Ya embarcado sobre las profundas aguas de la prosa, concibe una obra cuyos personajes rurales se debaten entre el español y el guaraní, evocando historias y tradiciones propias del Paraguay: la edición de Hijo de Hombre en 1960 lo sitúa como un nuevo referente de la literatura a nivel regional. El propio Roa, al rememorar esa época, nos dice en 1982 que:

Con esta novela iniciaba una trilogía narrativa inspirada en la vida y en la historia de la sociedad paraguaya. Hijo de Hombre, Yo El Supremo y El Fiscal (…) se han ido elaborando lentamente, amasados en los zumos de la realidad paraguaya, en las entrañas y trágicas peripecias de su vida histórica y social: esa realidad que delira y que nos hecha al rostro ráfagas de su enorme historia, según la sintió y describió Rafael Barrett a comienzos de siglo. (ROA: 1994, 9).

La sentencia es explícita: Barrett influenció profundamente en Roa mediante el carácter pedagógico formativo de sus textos. Esas letras anidadas con la pasión e inquietud propias de la humanidad de un literato, dieron pábulo a la afición literaria de Don Augusto, quien con su obra más refinada logró concentrar la figura de Rodríguez de Francia, en el más técnico de sus alegatos sobre el ejercicio autocrático poder.

En el breve trayecto literario trazado hasta aquí, se distingue el entrelazado vivencial de Barrett y Roa, quienes a pesar de ejercer el oficio de las letras con décadas de separación, encontraron el acicate para el ejercicio literario ante circunstancias políticas y sociales similares, logrando cada uno la trascendencia a través de sus obras. En este contexto, el ostracismo surge como determinante en la vida de nuestros personajes, quienes encaran la fuerza del poder hasta asimilarlo mediante la pluma. 

En el primer caso, la deportación del país ordenada por Albino Jara, que mantuvo al español errante entre Brasil y Uruguay hasta el retorno que se hizo posible mediante su confinamiento en Yabebyry, Misiones. En el caso de Roa, el gobierno nacionalista de Higinio Morínigo, cuyo Ministro de Hacienda, Natalicio González, guardaba especial encono hacia el novel escritor, causaron el largo destierro de Don Augusto, reimpuesto luego en 1982 durante el gobierno de Alfredo Stroessner.

Barrett y Roa se vieron enfrentados ante el poder. La reacción fue el trazado literario que cada uno desarrolló como protagonista de su tiempo, con simples plumas devenidas en instrumentos de disección denunciatoria. Vemos entonces la actividad política y su capacidad propulsora, como marco definitorio de la producción literaria para Barrett, quien vive y sobrevive los primeros años de desgobierno del Partido Liberal, cuando a su vez Roa Bastos experimenta la Guerra Civil de 1947 y sus lacerantes consecuencias.
           

Ideas y actores



La memoria puede ser valorada como un soporte de hechos pasados relevantes, el cual está sujeto a la capacidad de recordar información consolidada o actualizable desde el presente. Dejando de lado los postulados de la historia o de la sociología, podemos decir que la literatura tiene la capacidad de recrear esa memoria mediante patrones narrativos que evocan personajes y hechos que en mayor o menor medida determinaron nuestro presente, el país actual.

El arte es testimonio y su difusión e interpretación son prácticas constructivas de una cultura con capacidad de crear pertenencia: hallamos símbolos y los reconocemos como propios de cierta identidad. El poder político y el ejercicio de la autoridad en Paraguay se inscriben como elementos temáticos de carácter histórico con profundos efectos sociales, que en la actualidad, mediante la validación o impugnación de hechos controvertidos, nos convierte en integrantes y hacedores de nuestra memoria colectiva. 

De esta manera, “el libre examen” que Barrett propugnaba como base de nuestra prosperidad intelectual, trata de hacerse camino en la contemporaneidad, tratando que el ejercicio crítico sea capaz de sopesar los testimonios, leer entre líneas sin apegos previos ni atavismos prejuiciosos. 

Entonces, al momento de considerar la objetividad practicada por actores políticos que fueron a su vez historiadores, o de escritores que sufrieron el menoscabo por parte del poder imperante, cabe hablar de la intersubjetividad[6] entre los protagonistas[7], como proceso dialéctico constructivo.
Justamente, Barrett en junio de 1910, seguramente motivado por el entrecruce de palabras que mantuvo con Manuel Domínguez meses antes, publica el artículo “Polémicas”, en que destaca el carácter subjetivo de las discusiones, preponderante sobre el fondo de la cuestión discutida, según se lee:

Toda polémica es en el fondo una cuestión personal. Pretender que combatan las ideas sin que al mismo tiempo choquen sus envolturas vivas, las personas, es pretender lo imposible. Por eso, las polémicas, muy significativas como síntoma moral, son casi siempre estériles para la ciencia o el arte (BARRET: 1996, 162).

Sin embargo, a pesar de impugnar la objetividad en las discusiones, el español otorga relevancia a la práctica discursiva entre posiciones confrontadas, como indicativas de aspectos culturales de una sociedad, lo cual se explica seguidamente con palabras del autor:

En cambio, las polémicas nos descubren el corazón y los nervios de un individuo, de una ciudad, de una nación entera. Lo discutido queda en la sombra. Los intereses de los discutidores salen a la luz del día. La polémica es siempre un precioso documento histórico (ibíd, 163).

De esta manera, Barrett alude a la práctica de una lectura criteriosa, con especial observancia sobre los discutidores, quienes exponen sus intereses al difundir su ánimo discursivo, mostrándonos caracteres propios de aquella sociedad - tal vez presentes en la actualidad -, todo lo cual debe ser valorado al momento de interpretar nuestra historia.

En esta introspección entre las palabras escritas, cruzadas, impugnadas, relegadas, interpretadas y recreadas, se suma Roa Bastos, quien aludiendo a la perspicacia de Barrett, en el prólogo del “El dolor paraguayo” escribió:

Muchas conjeturas se han ensayado para explicar lo inexplicable; es decir lo que por tan obvio resulta inexplicable. Al pretender escapar de la “mitología” como coartada de la historia, algunos caen en otro atajo peor: el de querer explicar por la vía del absurdo una realidad anómala, cuando esta anomalía se explica precisamente por la simplicidad de sus contradicciones; contradicciones por lo demás típicas y características de nuestras colectividades víctimas del atraso (BARRETT: 2010, 9).

Don Augusto también se plantea la revisión futura de la obra de Barrett, su aptitud para aprehender la realidad en que discurrió y una eventual metodología de medición desarrollada con menor o mayor rigor a pesar de la pasión presente en sus expresiones. Nos dice Roa:

Alguna vez estudiarán analítica y críticamente la actitud y los métodos que empleó Barrett para mensurar la realidad social paraguaya, y se verá si la falta de rigor, la apasionada y utópica impulsividad de su credo libertario, que le censuraron entonces, carecieron o no de razón. Y lo que es más importante, se comprobará la potencia de estímulo fermentario y fertilizados emanado de su vida y de su obra. (Ibíd., 25).

Los escritos de Barrett hoy nos llegan cuales cápsulas de realidad de su época. El Paraguay de inicios del siglo XX puede ser leído y reconocido desde una perspectiva distinta a los clásicos autores que conocemos. Este extranjero lo hizo posible, a partir de las peripecias que le tocó vivir.

Barrett y Roa ante el poder

Barrett llega al Paraguay atraído por los efectos de su convulsión política. En octubre de 1904 se instala en Villeta como corresponsal del periódico “El Tiempo” de Buenos Aires, para cubrir la revolución del Partido Liberal que llegaría al poder tras décadas de postergación, al derrocar al entonces mandatario Juan B. Escurra.

La acción literaria de Barrett vinculada a la política en Paraguay es preponderante, desde la publicación de su primer artículo “La verdadera política”, del 26 de enero de 1905, sin dejar de lado las conferencias dictadas a los obreros y la aparición de dos de sus denuncias más relevantes para la época: “Lo que son los yerbales” y “Bajo el terror”, ambas de 1908.

Desde su compromiso por una causa revolucionaria, pasando por el desencanto, hasta llegar a sus impugnaciones y exhortaciones a ignorar la política y abstenerse de la militancia, Barrett llega a niveles explícitos, lanzando al público planteamientos como los siguientes:

Existe una política fecunda: no hacer política; una manera eficaz de conseguir el poder: huir del poder y trabajar en casa. (Barrett: 2011, 151).
(…) es forzoso desinfectar la generación presente, y educar la generación venidera en el alejamiento de la política y en el desprecio del poder. (ibíd., 155).
(…) es preferible no hacer política, sino deshacerla. (BARRETT: 1990, 207).

Pero estas aseveraciones no implican un llamado al desorden o la dejadez, ellas tienen el valor de un reclamo vehemente en nombre del trabajo y de la educación, mediante un ejercicio de libre examen que evadiendo la fuerza o el terror de las armas, sea capaz de crear un nuevo orden más allá del gobierno y de las leyes. 

Si consideramos los años minados de conspiraciones y levantamientos armados en que Barrett desarrolló su actividad periodística, rodeado de partidos políticos fraccionados como los causantes de la inestabilidad, encontramos un escenario para las reflexiones más virulentas, según los términos que hemos visto.

A partir del Golpe de Estado liderado por Albino Jara en julio de 1908, la Presidencia de la República recae en Emiliano González Navero quien decreta el Estado de Sitio y la disolución del Congreso Nacional. La fuerza impuesta por el sector radical del Partido Liberal, se hace sentir al clausurar el periódico “Germinal” creado por el propio Barrett con la colaboración de Guillermo Bertotto. Consecuente a su afán de justicia, difunde a modo de panfleto el texto “Bajo el terror”, en que además de ilustrar la situación del ciudadano común en el interior del país, señala al miedo como el método de control social impuesto por un sistema apoyado en la fuerza de las armas. Nos dice que en esos días no existía unanimidad ni opinión pública, “no hay más que terror” reclama desde el desorden. Arguye que la verdad y la justicia no son extranjeras en ningún sitio del mundo y hace una llamada, una vehemente moción de orden para restablecer nociones elementales de convivencia nacional en contra de lo que hoy conocemos como Terrorismo de Estado. Barrett, con su pluma acerada se pregunta:

¿Esto una República? ¿Esto una sociedad humana? Mientras no tengamos derecho de defendernos al sol, de ver cara a cara todo lo que contra nosotros se asesta, no seremos la nación sino la horda. (ibíd., 182).

Más allá de los hechos concretos, de números trágicos y leyes violadas, con aquella recensión Barrett exige el respeto del derecho a una legítima defensa, dejando inscripta en la historiografía paraguaya una interpelación gráfica a favor del debido proceso, señalando además a la transparencia y la publicidad como condiciones básicas para el acceso a la justicia, valores que son reivindicados hasta nuestros días.

En la actualidad, podemos teorizar diciendo que el medio del que se sirve el poder político, a diferencia del económico y el ideológico, es la fuerza. Barrett entendió esto y aseveró que a la fuerza sólo se podrá enfrentar con la fuerza, como único recurso capaz de imponer ideas constructivas, dotado de carácter y determinación. Con su acostumbrada elocuencia, el español aduce lo siguiente:

El genio no es nada sin carácter. Si somos cobardes nuestras ideas lo serán también, y no se atreverán a dejar su rincón oscuro para salir a la luz. Es necesario no proponerlas, sino imponerlas. Sólo resiste a la fuerza lo que la fuerza construye (WARLEY: 1987, 50).

La firme demanda y el aliento para imponer una resistencia contra las injusticias del aparato estatal llevaban el nombre de Rafael Barrett. El ímpetu de las palabras entintadas en contra del gobierno de Albino Jara le valió el destierro al español. Sin embargo, esta condición de exclusión no lo amilanó aun encontrándose enfermo, sino que continuó escribiendo con su habitual estilo hasta su fallecimiento en 1910. Décadas después, esa porfía fue secundada por Augusto Roa Bastos luego de la Guerra Civil de 1947.

A los efectos de este trabajo, se toma la emigración como denominador común entre Barrett y Roa Bastos, además de consecuencia directa del sistema impuesto en Paraguay desde 1947, en el sentido de expulsión de ciudadanos opuestos al gobierno, con lo cual se ausentaba del país una valiosa clase dirigente[8]. En este escenario, Roa fue desterrado y se instaló en Buenos Aires donde desarrolló una fecunda carrera como escritor y guionista de cine.

Considerando la encomiable labor de los intelectuales en el desarrollo cultural de un país, y su función orientadora enmarcada en el respeto y la libre expresión, Roa Bastos expone su ánimo opositor y declara necesaria y urgente la reflexión sobre la historia y realidad que nos circunda. En el artículo “Los exilios del escritor en Paraguay” (1978), presente en la compilación “Escritos Políticos” de reciente edición, Roa explica que el poder civil fue totalmente anulado por un sistema de poder militar-policial, en el que la condición de exiliados se confunde con la de rehenes. Así, hace una distinción sobre la existencia de un lúgubre exilio interior según se lee:

(...) los que tienen el coraje ético de pensar y el corazón físico de actuar, son arrojados al destierro, a la proscripción o al encierro de los calabozos, que es la forma de proscripción más cruel en el exilio interior (ROA BASTOS: 2017, 22).

En este sentido, el autor formula categorías de censuras sufridas por el escritor como la autocensura consciente y la inconsciente, impuestos a su vez bajo el control inquisitorial sistemático. Encontramos además lo que él llamó “alienación ética”, que opera en contra de la capacidad imaginativa del literato, en desmedro de su lenguaje y debilitando la conciencia crítica que constituyen a su vez la degradación de la personalidad del escritor.

La acción y la exclusión se presentan como un sistema binario consecuente en la dinámica política paraguaya. Roa Bastos fue uno de quienes vivieron el desahucio violento en su propio país, lo que motivó gran parte de su obra en distintos géneros literarios.

Desde el exilio, Roa Bastos logra componer y editar en 1974 la novela “Yo el Supremo”, con la cual pasa a ocupar un sitial como referente de la literatura latino americana[9], en cuya obra interpreta y recrea el oficio del poder centrado en la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia. Considerando que su análisis excede los fines del presente ensayo, digamos simplemente que Roa construyó una catedral literaria en que las superposiciones de personajes y hechos se acomodan mediante un anacronismo deliberado, mientras el compilador presenta un protagonista omnisciente, debatido entre anotaciones de un cuaderno privado y circulares perpetuas, adicionando glosas sobre el cimiento de la historia oficial y sus versiones alternativas. Todo esto a modo de diatriba contra la concentración unipersonal del poder y su ejercicio autoritario.

Según lo vemos, Don Augusto fue consecuente con la visión del intelectual comprometido, sugerida por primera vez en Paraguay de manera tan espontánea por parte de Rafael Barrett. La siguiente cita podría ser atribuida a cualquiera de los dos:

Los escritores, narradores y poetas paraguayos, ensordecidos por el clamor incesante que brota de la historia, ofuscados por la visión pesadillesca de la realidad, se sienten compelidos a una suerte de compromiso primario de rebelión o de denuncia testimonial (ROA BASTOS: 2017, 27).

El referido clamor no solo afecta a literatos. A todos constriñe lo que el derecho natural consagra. El compromiso a ser asumido es el de no caer en la debilidad, pues entendemos que el poder opera en función a los espacios vacíos que se conceden por lenidad o apatía. En la historia contemporánea del Paraguay aún queda pendiente la lección de la ilegitimidad del poder solventado sobre la fuerza de las armas. Si en algún momento existió un olvido interesado o deliberado de la obra de Barrett, hoy no existe tal cosa, sin embargo debemos saber que esta reivindicación será insuficiente si no comprendemos a Roa cuando nos dice que la mala memoria es dócil a las intimidaciones de la mala conciencia.
Hermes Ramos Dávalos

BIBLIOGRAFÍA:

BARRETT, Rafael. El dolor paraguayo. Servilibro. Asunción. 2010.
BARRETT, Rafael. Germinal. Antología. Ed. de Miguel Ángel Fernández. El Lector. Asunción. 1996.
BARRETT, Rafael. Obras Completas IV. RP Ediciones/ICI. Asunción. 1988-1990.
LA AURORA. Enciclopedia mensual y popular, de ciencias, artes y literatura. Ed. D.I.A. Bermejo. 1860. Año 1. Nro. 1. Consultada en http://www.portalguarani.com/816__enciclopedia_de_ciencias_artes_y_literatura_la_aurora/22115_revista_la_aurora__numero_1__redactor_en_jefe_y_responsable_diabermejo.html el 14/10/17.
PLÁ, Josefina. La narrativa en el Paraguay de 1900 a la fecha. Cuadernos Hispanoamericanos. Madrid. Nro. 231. 1969. Consultado en http://www.cervantesvirtual.com/obra/cuadernos-hispanoamericanos-64/ el 10/14/17.
ROA Bastos, Augusto. Hijo de hombre. El Lector. Asunción. 1994.
RODRÍGUEZ-ALCALÁ, Hugo. Augusto Roa Bastos. Premio Cervantes 1989. Ñanduti Vive/Intercontinental Editora. Asunción. 1990.






[1] La denominación se debe a Gualberto Cardús Huerta (1878-1949), quien se refiere a su generación, los nacidos entre el 70 y 80.
[2] Raúl Amaral indica dos niveles en el proceso de influjo español en Paraguay: el primero se inicia en la postguerra del 70, con la llegada de varios maestros españoles hasta Rafael Barrett y Viriato Díaz Pérez. El segundo consiste en la captación del ideario hispánico por parte de los novecentistas. Ver AMARAL, Raúl. El novecentismo paraguayo. Hombres e ideas de una generación fundamental del Paraguay. Servilibro. Asunción. 2006.
[3] A partir del artículo “Lo que he visto” publicado en “El Nacional” el 19/02/1910, se inicia la polémica entre Barrett y Manuel Domínguez, quien responde con “Lo que no ha visto Barrett”. Éste replicó con “No mintáis”, que fue contestado por “Distinguíd”, en que Domínguez ataca a la persona del español, tratándolo de ignorante y calumniador. Véase “Contradicciones ideológicas en el novecentismo paraguayo” de Miguel Ángel Fernández en http://grupoparaguay.org/P_Fernandez_2012.pdf.
[4] Zola publica su artículo “Yo acuso” en 1898, a favor de la causa del militar francés de origen judío Alfred Dreyfus, en pleno debate sobre el antisemitismo. Su intervención fue determinante al momento de influir en el proceso judicial.  A partir de su inocencia, Dreyfus fue rehabilitado en 1906.
[5] Ver Antología de la Literatura Paraguaya de Teresa Mendez-Faith. El Lector. Asunción 2004, Francisco Pérez Maricevich, Roque Vallejo, entre otros.
[6] En sentido epistemológico, la posibilidad o imposibilidad de un enfoque objetivo lleva a la necesidad de superar la oposición objetividad/subjetividad con el concepto de intersubjetividad, fundada en el diálogo e intercambio capaces de producir cultura.
[7] La polémica entre Cecilio Báez y Juan E. O´Leary sobre la figura del Mcal. López es un ejemplo, donde encontramos la confrontación de una línea liberal y otra nacionalista respectivamente, pero aún dentro de la corriente historicista. Véase BREZZO, Liliana. Polémica sobre la Historia del Paraguay. Tiempo de Historia. Asunción. 2008. Como se ha demostrado, Barrett irrumpe notablemente en esa propensión, con su visión social y ánimo denunciatorio.
[8] Carlos Pastore provee una lista incompleta de ciudadanos desterrados en vísperas del levantamiento armado de Concepción de 1947, en que se distinguen más de cien personalidades entre políticos, militares, profesionales, sindicalistas y estudiantes. Ver Prólogo de La fuga de intelectuales. Emigración paraguaya de Andrés Flores Colombino. Ed. del autor. Uruguay. 1972.
[9] Es conocida la relación de tres obras paradigmáticas sobre las dictaduras latino americanas y la visión metafórica que las abarca. Rosalba Campra en  América Latina: la identidad y la máscara. Siglo XXI Editores. México. D.F. 1998, cita como ejemplos: R. Bareiro Saguier, ponencia (sin título) en La letteratura latinoamericana e la sua problemática europea, cit.; Á Rama, Los dictadores latinoamericanos, México, Fondo de Cultura Económica, 1976; A. B. Dellepiane, “Tres novelas de la dictadura: El recurso del método; El otoño del patriarca; Yo el Supremo”, en Caravelle, num. 29, 1977; M. Benedetti, El recurso del supremo patriarca, México, Nueva Imagen, 1979; B. Fouquès, “La autopsia del poder según Roa Bastos, Carpentier y García Márquez”, en Cuadernos Americanos, num. 28 (1), 1979.