«La lectura del
diario es la plegaria matutina del hombre moderno.» Hegel
Al pensar en el
Paraguay de la década del 80, debemos asumir la decadencia del régimen de
Alfredo Stroessner como marco histórico general. En la llamada fase de
descomposición entre los años 1982 y 1989 (Nickson, 2010, 271) la recesión
económica debilitó el modelo de cooptación (Miranda, 1990, 127) impuesto por
Stroessner, con la cual las ganancias monetarias ya no fueron capaces de
propiciar beneficios políticos para el régimen.
A partir de
agosto de 1987 el Partido Colorado en función de gobierno sufre una división
determinante fundada en la crisis sucesoria de la presidencia de la República.
En esta ocasión, la escisión dio forma definitiva a los sectores
tradicionalista y militante, cuya rivalidad se extiende hasta febrero de 1989.
Al examinar los
periódicos, noté que los artículos incluían una gran extensión de textos
entrecomillados consistentes en las declaraciones de los actores políticos de
la época, además de representantes del clero y referentes de la sociedad civil.
Decidí entonces reconocer el valor testimonial de estos actores, recoger sus
manifestaciones y ubicarlas en función narrativa. Se trata de un cuerpo que
contiene información de aquel momento histórico, que en esta nueva disposición
material es capaz de relatar hechos y exponer ideas para ilustrar la situación
política en Paraguay desde los periódicos activos, en el periodo citado.
[…]
Corresponde
señalar un elemento que salta a la vista desde los primeros artículos
transcritos: el uso del lenguaje, que por su forma y contenido, grafica
situaciones políticas específicas, componiendo un mapa político espeso en que
los actores se ubican estratégicamente con sus intenciones de conmoción y
persuasión. Los dos meses anteriores al golpe no se caracterizan por ser
ordinarios, sus días de confrontación parecen estar cargados de ansiedad y
desconcierto. El factor miedo no está ausente y aun así se percibe un ánimo de
lucha permanente, la búsqueda de una resolución.
No se encuentran
muchas citas explícitas sobre doctrina partidaria y, en gran medida, el
intercambio de ideas se hacía a nivel superficial, con discusiones sostenidas
mediante argumentación ad nauseam, especialmente por parte de los militantes.
Las palabras democracia, derechos humanos, paz, orden, tranquilidad, seguridad
y tantas otras se ubican en boca de quienes más fuerte levantaban su voz desde
las trincheras de sus intereses, recordándonos a San Agustín cuando dice «se
aferran a su parecer, no por verdadero, sino por suyo». También se nota un
esfuerzo en argumentar con pose de intelectual o jurista, como cuando se
pretende justificar la prohibición de la Marcha por la Vida invocando al
«francés Rousseau». Tal vez el nivel más elevado de discusión se alcanza con lo
manifestado por el monseñor Ismael Rolón respecto al concepto y significado de
la palabra verdad, además de su señalamiento del prejuicio y el ánimo de
manipulación de los hechos por parte del gobierno (ver pág. 210).
La distinción de
«nosotros y ellos» como funcionalidad de las relaciones entre los distintos
sectores, queda patente en las manifestaciones donde cada actor representa a un
grupo político específico en contraposición a otro. Una de tantas expresiones a
resaltar es la frase «oposición democrática» utilizada por los opositores de
manera distintiva refiriéndose a ellos mismos, y a la vez reconociendo
implícitamente la posición opuesta al gobierno adoptada por el tradicionalismo
colorado, aunque no su calidad de demócratas. Desde el conglomerado de la ANR,
referentes de la militancia decían entonces que a los tradicionalistas «ya se
los está considerando como grupos irregulares (*)» (ver pág. 257) que sus
acciones implicaban «una forma de subversión» (ver pág. 258) ubicándolos «entre
las minorías residuales de la oposición irregular» (ver pág. 269). También argumentaban
que «el hecho de que algunos afiliados lleguen a formar parte o reunirse en la
carpa del mal llamado Acuerdo Nacional significa que ya han dejado de
pertenecer al Partido Colorado» (ver pág. 294).
[…] Otro factor
de relevancia y que sorprende gratamente es el activismo político de las
mujeres en aquellos días duros de realidad nacional. En los artículos se
encuentran testimonios de participación femenina en organizaciones como la
UMPA, la comisión de mujeres del MDP, Grupo Taller, comisión de mujeres del
PLRA, Coordinadora de Mujeres Febreristas, Círculo de Abogadas del Paraguay y
Mujeres Demócratas Cristianas, quienes al evaluar el año que terminaba,
manifestaron: «1988 está finalizando. Un año más en que nuestro pueblo ha
padecido todas las marginaciones y privaciones: indígenas han sido víctimas del
despojo de sus tierras y viviendas; para los trabajadores, explotación y
desocupación; violencia, discriminación y opresión para mujeres de distintos sectores;
estudiantes perseguidos y obligados a someterse a un sistema educativo
antipopular y totalitario; políticos y miembros de organizaciones sociales y
religiosas reprimidos» (ver pág. 66).
Notas
(*) Denominación
de las autoridades gubernamentales en referencia a grupos políticos que no se
hallaban inscriptos como partidos en la Junta Electoral Central, por lo tanto
sin capacidad de ejercer derechos de asociación política. Manifestaciones sobre
esta calificación se encuentran en las páginas 56, 61, 67, 104, 105, 108, 110,
112, 115, 117, 125, 129, 149, 154, 187, 197, 198, 203, 205, 214, 215, 223, 225,
257, 258, 266, 269, 290, 305, 363 y 365.