Entre las andanzas del intelecto,
Helio Vera (Villarrica 1946 – Asunción 2008) discurrió en el periodismo y el
relato más que en otra actividad literaria. Si bien el ensayo “En busca del
hueso perdido. Tratado de Paraguayología” (1990) es su obra más llamativa, y
sus tesis “Tutela Penal de honor contra lesiones cometidas a través de los
Medios de Comunicación” (2008) le otorgó el doctorado en Derecho, es en el
relato donde encuentra la función estética de la palabra que con amplia
libertad utilizó para interpretar al Paraguay y su gente. Póstumamente, con “La
Casa Blanca” (2009) demostró que su faceta de narrador se extendía hasta la
novela.
La historia y la ficción suelen
cruzarse al momento de narrar aventuras verosímiles de personajes reales, sin
necesidad de citar fuentes o ampararse en la precisión de hechos, datos y otros
rigores que prescribe la academia. ¿Novela histórica o historia novelada? Sobran
rótulos para géneros y subgéneros literarios, especialmente en Paraguay en que
la historia siempre fue observada por la literatura.
En este marco resalta la
producción literaria de Vera quien labró cuentos nutridos de cultura paraguaya,
entre los cuales señalo Manorá. 12 de
abril de 1877 del libro La paciencia
de Celestino Leiva (2004) que narra el asesinato del presidente de la
República Juan Bautista Gill, en la esquina de Independencia Nacional y Pte.
Franco a las 10 de la mañana, además del de su hermano Emilio Gill en el
entonces paraje llamado Manorá.
La historia como ciencia narra sucesos
con un método específico, mientras que la ficción relata con destreza artística
lo que pudo haber sucedido. La primera busca la determinación y explicación, la
segunda se ampara en la imaginación sin límites y ambas se ocupan del drama
humano.
La ficción de Helio Vera está
hecha de realidad paraguaya y su valor reside en el modo que la imaginó y reinterpretó,
por lo cual hoy decimos que es un autor imprescindible para conocer nuestra
sociedad.
El momento de Gill
El periodo posguerra de la Triple
Alianza presenta dos cuestiones principales que determinaron la vida política
en la nación: la vigencia de la Constitución de 1870 y la formación de
facciones políticas en torno a caudillos locales. En este marco, las tareas de
reconstrucción no fueron sencillas con una economía estancada y sus
consecuencias en el orden social de un país devastado, después de soportar una
guerra total.
Entre numerosos personajes, la
figura de Juan Bautista Gill adquirió protagonismo en un escenario político complejo
que aspiraba a la estabilidad, aunque ésta no lograba sustentarse en el tiempo.
En adición, el país contaba con un factor de doble filo (1), la ocupación
territorial de tropas brasileñas y argentinas, además de la influencia de sus
delegaciones diplomáticas.
El incidentado (2) periodo
1870/1874 llegaba a su fin con la elección de Gill como presidente e Higinio
Uriarte como vicepresidente, quienes asumieron el 25 de noviembre de 1874.
Durante su gobierno, Gill se propuso dos objetivos principales: terminar la
presencia militar extranjera en Paraguay y revitalizar su incipiente economía.
Si bien la cuestión de límites
con el Brasil fue formalizada ya en 1872 con el tratado Loizaga-Cotegipe, aún
quedaba pendiente cerrar la cuestión con la Argentina, lo cual interesaba
sobremanera a los brasileños que se oponían a concesiones generosas a favor de
los argentinos. Warren dice que La
ocupación brasilera se basaba en el derecho de conquista, no en el
consentimiento del Paraguay, y no terminaría mientras la Argentina ocupara
territorio paraguayo (3). A pesar de la oposición brasileña, el tratado
Machaín-Irigoyen fue firmado en febrero de 1876, con lo cual las tropas
imperiales y argentinas abandonaron suelo paraguayo entre junio y agosto de
1876. Si bien Gill cumplió con su objetivo de liberar el territorio, la
influencia extranjera sobre el Paraguay continuaría por décadas.
En este
nuevo contexto, Gill se sintió con suficiente poder y desestimó la capacidad conspiratoria
de sus compatriotas (4). Su actitud vehemente durante años de agitación
política le generaron enemigos intransigentes que el 12 de abril de 1877
cegaron su vida de un escopetazo en plena vía pública. Un manifiesto a cargo de
Juan Silvano Godoy indicaba que el atentado era un plan revolucionario para
tomar el gobierno, sin embargo no se concretó un levantamiento numeroso, lo que
indica que se trató de una venganza personal. Los pormenores del hecho hoy pueden
conocerse con el frío relato de un protagonista (5) o la dramática
reinterpretación que Helio Vera compuso con sobrada licencia literaria.
Hermes Ramos
(1) Beneficiosa
o contraproducente según las circunstancias, la presencia de tropas brasileñas
y argentinas en suelo paraguayo, además de un menoscabo a la soberanía,
constituía una garantía o una amenaza para el gobierno constituido según los
casos. La influencia brasileña era mayor pues ocupaba Asunción, cuando los
argentinos se establecieron en la Villa Occidental.
(2) Cinco
levantamientos armados: la “revolución del Tacuaral” de noviembre de 1871; las
comandadas por Cándido Bareiro y Bernardino Caballero en marzo de 1873, en mayo/junio
de 1873 y diciembre de 1873/marzo de 1874, logrando en su tercer intento
concesiones del gobierno con intermediación del embajador brasileño. En abril
de 1874, José Dolores Molas (amigo de Caballero y enemigo de Gill) y Cirilo A.
Rivarola se opusieron desde Paraguarí, siendo derrotados por los gubernistas
con ayuda de tropas brasileñas.
(3) WARREN,
Harris Gaylord. Paraguay y la Triple Alianza. Asunción. Intercontinental. Pág. 380.
(4) El
propio Gill soportó conspiraciones y levantamientos; el más importante,
dirigido por su ex ministro del Interior Germán Serrano, fue repelido por el
ministro de Guerra y Marina Patricio Escobar en mayo de 1875.
(5) Ver
https://www.abc.com.py/edicion-impresa/politica/magnicidio-en-las-calles-de-asuncion-974667.html